Saccomanno se sumerge en lo más oscuro de la condición humana

Saccomanno se sumerge en lo más oscuro de la condición humana

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Terrible accidente del alma, la nueva novela de Guillermo Saccomanno, se sumerge en las profundidades más oscuras de la condición humana para buscar alguna luz que pueda traer sentido a un mundo enfermo, violento y apocalíptico, donde no parece haber lugar para la esperanza.

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El libro, publicado por Planeta, es un viaje a una sociedad en guerra, devastada y opresiva, que nunca termina de derrumbarse, donde conviven diversas atrocidades -filicidio, parricidio, incesto y canibalismo-, con personajes alienados que buscan en la fe la manera de sobrevivir a todas las formas de muerte que habitan la ciudad.

Además de ser una exploración del mal, configurada en capítulos que pueden leerse como relatos salvajes, sin moraleja, de un futuro perdido, el libro es y hace una pregunta sobre el sentido de la escritura, una interrogación del mundo y el lugar de la literatura, que no pierde nunca de vista a la poesía.

¿Cómo empezó este libro?
Esta novela la empecé a escribir a partir de un cuaderno pulp que me regaló Juan Ignacio Boido. Yo me estaba restableciendo de una meningitis. Cuando me lo dio, le agradecí y le dije que iba a escribir una novela a tono con el cuaderno, una novela pulp. Así fue, estaba en Gijón, en Semana Negra, parando en un hotel que se llamaba Pathos (que aparece en el libro), donde había un puticlub enfrente, el Privé, y a una cuadra estaban las amarras y los barcos. En esa cercanía del mar, los callejones y el puerto, empecé a escribir.

Me gusta escribir diarios, pero no pienso publicarlos en vida porque, como dice Barthes, el diario se caracteriza por su tono grave: nadie anota que está feliz. Esta novela la escribí a mano en uno de esos diarios. Creo que la escritura a mano es esencial porque te conecta con la poesía. La palabra tiene otro misterio, condensa varios sentidos, nunca sabés de dónde viene. Es algo del orden de la revelación.

El hecho de escribir a mano tiene una ventaja: una conexión entre tu cuerpo, tu historia, la historia que procesa tu cuerpo y pasa a través de la letra; la letra tiene algo de la naturaleza del dibujo, la grafía. Y una cuestión más importante: tenés menos censura. La computadora te impone una obligación de corrección permanente.

Desde el título, una poesía oscura sobrevuela la prosa precisa de los relatos o capítulos…
Estos relatos comparten una negrura. Más allá de la explícita Pizarnik, también está San Juan de la Cruz: la búsqueda de luz en la noche oscura del alma. Hay una pregunta: ¿qué sentido tiene escribir en un mundo que se derrumba? Soy poco optimista con respecto al futuro -eso que soy padre y abuelo-, pero tengo poco optimismo porque uno, en principio, sabe que el capitalismo es suicida.

En este barrio, el Bajo, salís a la calle y, entre los detalles de turismo, por las noches, ves gente tirada en el piso, mucha, revolviendo la basura, prostitución, pibes chorros, sin techo, la violencia cotidiana. En este momento hay alrededor de diez guerras en el planeta, como para derribar cualquier optimismo. Y el premio Nobel de la Paz, Barack Obama, dijo que va a destruir al Estado Islámico.

Para Alexander Kluge un escritor es como un sismógrafo, detecta la catástrofe diez minutos antes. Cuando te preguntás por qué pasó lo que pasó, seguramente hay una obra que da cuenta. Una novela, pintura, película, que lo explica mucho mejor que la página de economía o sociedad del diario. La novela transcurre hoy, pero el hoy de la novela es la semana que viene.

¿Qué temas te interesan?
Me interesan algunos temas: la identidad, el otro como objeto, la búsqueda de amor en un lugar donde no hay amor. Es la idea de Dostoievski: si Dios ha muerto, ¿está todo permitido? Curiosamente, en un mundo donde se están librando guerras de religión, da la impresión de que está todo permitido. Los temas que trato de abordar, el filicidio, el parricidio, el incesto, el canibalismo, están presentes en nuestra realidad cotidiana, sólo basta prender la televisión.

Esta novela es una inmersión en el mal. Me parece un tema atractivo, abordado por autores que me interesan, Dante, Dostoievski, Kafka. Y la pregunta que se hacen los personajes es la que se hace Rimbaud: ¿Quién es yo?

El tema de la fe aparece a lo largo del libro y de varias maneras…
La fe es la cuestión central en Kierkegaard; el plantea que el verdadero problema no consiste tanto en el pecado, el bien o el mal, sino en la pérdida de la fe. Esto se puede malinterpretar, alguien puede pensar que me volví pastor. Pero no. Creo que algo tiene que explicar lo que pasa, hay algo que se está buscando cuando ves que se reproducen lo templos evangélicos, todos los días. Tiene que ver con un mundo que decae. La fe es la estrategia de salvación de los que están perdidos. Y estamos todos perdidos.

No estoy hablando en términos universales, porque también pienso que la lucha de clases existe; en ese sentido sigo pensando como a los 16 años: que hay una sociedad injusta, un reparto no equitativo de la riqueza, y podemos discutir de política mucho, pero la verdad es que el capitalismo es suicida. El capitalismo se precia de hablar de la familia y lo primero que hace es destruir la familia.

Más allá de los temas, ¿hay una pregunta sobre el sentido de la escritura?
La novela se pregunta qué sentido tiene escribir hoy. Cuando voy a librerías y veo la parte de ficción, me encuentro con covers. No veo prosas que se interroguen a sí mismas, a tal punto que termino leyendo a John Connolly, porque mis orígenes de escritura están en el cómic y el policial. Me genera placer cómo trabaja el género decididamente, también lo burla, y tiene una capacidad de reflejo de lo cotidiano de la sociedad norteamericana sorprendente.

No se trata de pensar sólo en el sentido de lo que vos estás escribiendo, sino pensar a qué lector le estás escribiendo, qué leerá ese lector en lo que vos escribís, qué escribís en lo que escribís; es una pregunta doble de trasfondo que nadie se formula, y que el poeta se plantea constantemente. En la poesía encontrás que la palabra tiene algo del orden de la revelación, algo que te dispara.
La poesía te impone esa preocupación por el lenguaje. Una escritora que me marcó en este libro, aunque no se note, es Marguerite Duras. Es la literatura en estado puro. Y eso no significa hacerse el distraído con la problemática social, sino ver desde otro lugar. Pararse en el lugar del cuestionamiento del lenguaje. Si no podés cuestionar tu instrumento, no podés cuestionar el mundo.

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