Rosario, una ciudad conocida por su energía vibrante y su espíritu resiliente, se encuentra de luto una vez más. En un giro desgarrador de los acontecimientos, Diego Alejandro Celentano, un taxista de 32 años, fue encontrado muerto en su vehículo en la noche del miércoles, víctima de un acto de violencia.
El cuerpo de Celentano fue descubierto en la intersección de Marcelo T. de Alvear y Garmendia, en las cercanías del parque Regional Sur y de las piletas del Saladillo. Con al menos un disparo en la cabeza, el joven chofer fue hallado en el asiento delantero de su taxi, en un escenario que ha estremecido a la comunidad rosarina.
Este trágico suceso sigue al asesinato de otro taxista, Héctor Raúl Figueroa, ocurrido apenas la noche anterior en una situación alarmantemente similar. Dos agresores, una zapatilla tirada cerca del vehículo y ninguna pista clara sobre el motivo del crimen. Estos detalles han llevado a las autoridades a descartar la posibilidad de un robo, sugiriendo en su lugar un ataque directo, una ejecución.
La noticia de la muerte de Celentano ha sumido a sus colegas y a toda la ciudad en un profundo dolor y desconcierto. El sindicato de Peones de Taxi ha respondido con medidas de fuerza, declarando un paro en señal de luto y exigiendo mayor seguridad para los trabajadores del gremio. El servicio de taxis en Rosario se ha visto interrumpido, reflejando la consternación y el miedo que se han apoderado de la comunidad.
Diego Alejandro Celentano era mucho más que un conductor de taxi; era un hijo, un amigo, un ser querido cuya vida fue truncada de manera brutal y sin justificación. Su muerte deja un vacío insondable en el corazón de aquellos que lo conocían y amaban.
Mientras la ciudad llora la pérdida de otro de sus hijos, las preguntas sin respuesta y la sensación de inseguridad persisten. ¿Cuántos más tendrán que perder la vida antes de que se tomen medidas concretas para proteger a quienes trabajan día a día para mantener en movimiento a Rosario?
En medio de la oscuridad de esta tragedia, la esperanza de justicia y seguridad para todos los trabajadores del transporte público brilla como un faro. Pero mientras tanto, la sombra de la violencia sin sentido continúa oscureciendo las calles de esta ciudad, recordándonos la urgencia de actuar para detener esta ola de crímenes que ha dejado a Rosario sumida en el dolor y la incertidumbre.