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“Las guerras contra los imperios deben ser hijas de la soberanía popular, no de los delincuentes de guante blanco”, dijo Del Frade

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El diputado provincial por el Frente Social y Popular (FSP), Carlos Del Frade, compartió algunis textos en relación a un nuevo aniversario de la Guerra de Malvinas.

Como venimos diciendo desde hace años, hay que reparar en algunas cifras que expresa Malvinas: 649 soldados argentinos perdieron sus vidas en Malvinas. 326 en las islas y 323 por el hundimiento del Crucero General Belgrano. Pero desde 1982 hasta bien entrado el año 2000, hubo 400 que se suicidaron porque nadie les daba trabajo o una pensión. Todavía recuerdo la historia del “Tachi” Paz, el combatiente que solamente era aplaudido el 2 de abril o en el desfile del 20 de junio que se bajó del colectivo en la Plaza Sarmiento y se fue caminando hasta el Monumento. Subió a los más alto y se tiró. No podía más. La tremenda metáfora de un muchacho que en serio dio la vida por la patria y que terminó inmolándose en el altar de la Patria.

Galtieri, niño mimado de los empresarios santafesinos, del litoral y la mesopotamia, impulsó la toma de Malvinas para perpetuarse en el poder. Diseñó ese plan desde la Quinta de Funes y soñó con el voto popular para su continuidad. Recibió el aporte de los productores de cocaína que sostuvieron las dictaduras de Banzer y García Meza y ganó la interna del Partido Militar. Hasta el día de hoy, 35 años después, los intereses ingleses son más fuertes en el territorio continental argentino que en las islas. Por eso, en homenaje a los muchachos caídos en Malvinas y en el mar, a los que se mataron por la indiferencia de distintos sectores de la sociedad, es fundamental denunciar la continuidad de esos negocios ingleses detrás del petróleo, la minería, la concentración de tierras, los bancos y hasta en empresas de alimentos.

Nos despertaron a los gritos, como siempre. Estábamos haciendo la instrucción, el proceso de ejercicios físicos que, supuestamente, servía para prepararte para la defensa del país. Nosotros formábamos parte de la llamada Compañía de Policía Militar del Batallón 121, del Segundo Cuerpo de Ejército, con asiento en Rosario. “Soldados, hemos recuperado las islas Malvinas”, nos dijo un subteniente que siempre se presentaba de punta en blanco y que gozaba del maltrato contra los soldados, contra nosotros. Le pregunté si les íbamos a tirar con esos mismos fusiles que hacía tres días no disparaban por muchas fallas, entre ellas, haber sido construidos a fines de los años cincuenta. Como siempre, me comí un baile notable, cuerpo a tierra, salto rana y varias cosas más. Me puso como ejemplo de traidor a la patria y les prometió al resto de la compañía que no solamente le ganaríamos a los ingleses sino que “cruzaríamos Los Andes y vamos a violar a todas las mujeres chilenas”. A los dos días estábamos embalando esos mismos fusiles de los años cincuenta para nuestros compañeros que iban a enfrentar a Gran Bretaña apoyada por la logística y las armas de Estados Unidos. Y la gente, en la calle, nos saludaba con sus banderas de plástico que decían “Made In Honk Kong”.

Cuando vinieron los sobrevivientes de Malvinas, los oficiales del Comando del Segundo Cuerpo de Ejército los acusaban de cobardes y los hacían responsables de haber perdido de la guerra. Había que ver a esos pibes, iguales a nosotros, bajar la cabeza y apoyarse en sus muletas porque les faltaba una de sus dos piernas o alguno de sus brazos. Había que ver a esos cobardes, expertos en torturar trabajadores y jóvenes revolucionarios, llenarse la boca hablando de patria y San Martín, mientras nos exigían defender el mástil del Comando, sobre calle 9 de Julio y Sarmiento, en Rosario, con pistolas de madera. Las guerras contra los imperios deben ser hijas de la soberanía popular, no de los títeres macabros de los titiriteros de siempre, los delincuentes de guante blanco, los dueños del país, de entonces y de ahora, 35 años después.

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