Dicen que sobre gustos no hay nada escrito, pero algunos extremos son incomprensibles. Una mujer británica, de 30 años, no deja de sorprender con sus extravagancias y con la forma en la que modela su cuerpo. Aros por todos lados, tatuajes, cortes de pelo extravagantes, tinturas de colores poco comunes… De todo se hace.
Pero ahora superó todos los límites y despertó todo tipo de críticas. “Loca”, “estúpida”, “desagradable”, fueron sólo algunas de las calificaciones que recibió Torz Reynolds a través de las redes sociales después de cortarse una falange del dedo meñique de la mano izquierda porque “luce bien”. Sin embargo, las críticas no la detuvieron ni la hicieron arrepentir, por lo que la mujer explicó que lo hizo solamente porque tenía ganas.
“Hago estas cosas por mí misma. No le estoy haciendo daño a nadie. Elegí enseñarlo en Facebook porque quiero compartir la experiencia con mis amigos”, justificó la mutilación.
Pero como la andanada de críticas continuaba, la mujer decidió dejar en claro que no quiere entrar en polémicas. Entonces, enumeró: “¿Tenés que entenderlo? No. ¿Tiene que gustarte? No. ¿Tenés que ofenderte por esto? No. ¿Tenés que seguir mi página y mirarla? No. Todas las reacciones a lo que elijo son válidas, pero recuerda que sólo son válidas para ti”.
Por eso, segura de lo que hace y del estilo de vida que eligió, Reynolds continuó con las publicaciones sobre su recuperación y subió una nueva foto a Facebook titulada “¡Curando muy bien y encantada!”.
Una historia repetida
La del dedo no fue la primera mutilación que se hizo esta extravagante mujer. Ya en 2014 había sorprendido con una reacción extrema después de separarse de su pareja. “La perra de Chopper”, fue la frase que se tatuó en el antebrazo derecho.
Pero esa declaración de amor terminó cuando se enteró de que su novio había vivido con otra mujer durante los seis meses en los que supuestamente se había ido a trabajar a Alaska. Por eso, sumida en la bronca, se tomó su tiempo y ocupó una hora y media para cortarse el tatuaje, junto con la piel y parte de la carne del brazo.
Pero eso no fue todo. Después guardó el “regalo” en un frasco, lo envolvió y se lo mandó al tal Chopper. “Lo empaqueté para que realmente pareciera un regalo. Incluso puse una letra diferente para que no tuviera ni idea de que era yo. No puedo imaginar cuál fue su reacción. Ojalá hubiera estado allí para verla”, contó.