Lo dicen los viejos bardos (como en el poema olvidado de Heberto Padilla):
“Cuando a quien gobierna se le reprocha por la bandejada del catering es porque lo vacunaron”.
Peor aún es cuando al gobernante se le meten con los alfajores de arroz de un ministro.
O cuando le subrayan la apasionada inclinación hacia el descanso.
Significa que, al que gobierna, le perdieron el respeto. Está perdido.
O que se pica el boleto solo. Se lo auto-pica.
Poco y nada les importa a los contadores de costillas y de alfajores semejantes “la imagen estallada del país”.
O que el funcionario pase un papelón nacional, por ejemplo ante la poderosa dama francesa, a quien se honró con una “souper” de gala.
Próximas morsas
Cuesta entender, en la plana mayor del macrismo, la magnitud del mensaje.
Antes de lo previsto, Clarín ya comienza a tomar su distancia.
Desfilan críticas entre sus páginas e ironías severas en sus pantallas.
Ya no se trata apenas de los elementales aprietes para que le estampen, de una vez por todas, la aguardada firmita que legitima.
Editorialmente se percibe que les llegó la hora de alejarse. Del mismo modo que toma ganancias el tenedor de Lebacs.
El boleto autopicado
El ciudadano oculto en un Fondo de Inversión, que interpreta que se está por terminar la ceremonia del negocio. Llega el momento de recuperar los dólares. Ponerlos en el norte. Con superior seguridad.
“Y estos -confirma la Garganta-, ante el menor riesgo de corrida la ponen”.
Para que no se vaya muy arriba, la ponen. Exprimirlos, entonces, es “pan comido”. Como hurtarle la golosina al niño dormido.
El ministro pecaminoso, el que la junta, se sacrifica abnegadamente por la patria, para conseguir los dólares prestados que, por la incompetencia estructural, son absorbidos por ese conjunto de atorrantes que se conoce como “el mercado”.
Para mantener alta la mística del Colectivo Cambiemos no alcanza con los encorsetados voceros televisivos que se reportan a Marcos Peña, El Pibe de Oro. A esta altura ya superaron, incluso, el infantilismo nostálgico de “6, 7, 8”.
Aún degradan de manera tan aplastante a los reconocidos delincuentes que, por la pérdida de credibilidad, ya comienzan a resultar casi simpáticos. Mientras tanto preparan, sin gran pudor, la próxima selección de morsas, modelo 2019. En la próxima entrega se las va a identificar. La morsa sindicalista y la morsa distrital.
Tampoco basta ya con el apoyo incondicional de La Nación. No alcanza.
Aunque alguno de sus más altos directivos se sienta, con aceptable frecuencia, en una de las tantas mesas chicas que pueblan los innumerables operadores de la justicia.
Una manga de audaces que intenta influir, desde la “inteligencia”, o desde la jineta de los despachos, en los celulares de los jueces federales que ya tienen la piel de cuero. Y amontonan, por las dudas, causas.
El boleto autopicado dista de ser casualidad que el macrismo hoy se preocupe más por los recovecos sustanciales del Poder Judicial que por el circuito viciado del Poder Legislativo.
En la plenitud del retroceso iniciado, resulta más aconsejable alcanzar una buena posición ante los jueces, que ante la histeria mediática de los diputados.
Abundan las causas que aún no preguntan, como las mesas del “Cafetín de Buenos Aires”. Pero tampoco se cierran.
Ya preocupa ostensiblemente que “cuando quiera el Dios del cielo/ la tortilla se vuelva”.
En lo que concierne al control de la justicia, a propósito aquí ya se superó con amplitud, en materia de intromisiones, a la tropilla alborotada de La Doctora.
Lograron, incluso, que algunos jueces federales les teman. Por la proeza de haber doblado totalmente, y a su favor, la Cámara Federal entera, donde hoy queda un solo juez, como muestra o memoria histórica. O como mero fundador de doctrina homónima. Irurzun.
Cometieron la insolencia de apartar un camarista para jubilarlo por sus problemas del corazón. Y tuvieron el coraje de desplazar a otro (por ser amigo de don Javier) hacia un distrito menos fastidioso. Para poner, como piezas del recambio, “cuadros del palo”.
Es para felicitar a los amarillos que vinieron a cambiar.
Caramelo de madera del comunicado
Trasciende que Mauricio Macri, El Ángel Exterminador, Presidente del Tercer Gobierno Radical, está profundamente decepcionado con los empresarios.
De ellos esperaba, como un joven ambicioso y crédulo, inversiones. Pero percibe de pronto que pretenden conformarlo con el caramelo de madera de un comunicado solidario con el trabajo sucio del tarifazo que se veía venir.
El comunicado desacredita a los opositores, por demagógicos y populistas. Y les sugiere, desde el Olimpo, que cesen en “el afán de confrontar con el gobierno”.
El boleto autopicado. La ternura indescifrable la suscribió el Foro de Convergencia. Concentra a esplendorosas organizaciones de gloria eterna como la Sociedad Rural, la Bolsa de Comercio, Asociación Empresaria Argentina, la…“Foro de Garcas”, confirma la Garganta.
El comunicado representa, para Macri, el abrazo del oso. Se colocan con énfasis a su lado como si lo apoyaran ciegamente, en medio de la vorágine del conflicto tarifario y del descenso atroz de la credibilidad. Y en las encuestas (de las que dependen).
Para colmo, según Peña, El Aito, en caso de aprobarse el proyecto irracional de los opositores asociados, El Ángel Exterminador se dispondrá a vetarlo. Para alcanzar el éxtasis del onanismo colectivo que ni siquiera produce un placer íntimo, intransferible y personal.
Al Ángel Exterminador corresponde hoy compadecerlo. Los adversarios multiplicados denuncian que “gobierna para los ricos”. Cuando su obstáculo principal son, precisamente, los ricos.
Los que le redactan solemnes comunicados, caramelos de madera. Pero no le confían sus capitales.
Prefieren también las Lebacs. Para procurar emocionarlo, después, con el miserable apoyo moral.
Estratégica perversidad
Muchos que lo votaron (y tal vez volverían a votarlo), se sienten, con perplejidad, perjudicados.
Son damnificados que supieron defenderlo con fanatismo deportivo. Sienten también que se picaron el boleto. Solos.
El boleto autopicado. Insultan los fervorosos combatientes de la clase media y alta que en un momento creyeron que, para ser felices, bastaba con desalojar del poder a los kirchneristas “que se robaron todo”. Los que dejaron la herencia atroz (pero menos grave de la que se va a dejar).
Son seres sensibles de decepción fácil. No bancan. En especial cuando no pueden pagar las cuentas.
Deben optar entre pagar las expensas o el colegio privado. La prepaga o el seguro del auto. O achicarse. Dramas cotidianamente existenciales.
En vez de trabar los aumentos, para la oposición sería más redituable facilitarlos. Con estratégica perversidad. Para que la afectada clase media deje de votarlos. Y permitir tranquilamente que se hundan. Con el boleto autopicado.
A este ritmo, relativamente pronto el cronista va a tener que inmolarse y defenderlos. Para mantener la fortaleza vigente del sistema democrático.
Escribe Oberdan Rocamora
Redactor Estrella, especial
para JorgeAsísDigital