
Rosario no necesita editoriales para entender su estado actual. Le alcanza con mirar a los costados: calles tomadas por cuidacoches, obras eternas que se convierten en memes, y una sensación generalizada de que el poder municipal ya no gobierna, apenas rema.
La invasión de trapitos es, en ese sentido, más que un problema de seguridad: es la representación perfecta de un Estado ausente, resignado a negociar su autoridad en cada esquina.
En ese paisaje de derrotas tácitas, Carolina Labayrú se destaca como una excepción. Como secretaria de Control y Convivencia, enfrentó con valentía una realidad que la mayoría prefirió maquillar. Sostuvo el principio elemental de que el espacio público pertenece al ciudadano, no al extorsionador de turno. Su tarea, seria y consistente, fue probablemente una de las pocas notas dignas en la partitura desafinada de la gestión de Pablo Javkin.
Pero lo que Labayrú construyó en la gestión, su equipo de comunicación amenaza con destruir en la campaña. Blindada en medios tradicionales que hace rato perdieron la credibilidad popular, limitada a entrevistas pactadas y discursos controlados, Labayrú comienza a perder lo que más necesita: la voz propia. El ciudadano real —ese que ya no enciende la radio, pero sí reenvía memes en su teléfono— siente cada vez más lejos a quien debería ser su aliada.
La situación llegó al absurdo cuando, en un intento de mostrar cercanía y gestión, su equipo la hizo caminar por las calles de Rosario sosteniendo una luminaria en la mano. El gesto, pensado para transmitir compromiso, terminó devorado por la ironía popular: una funcionaria respetable transformada, involuntariamente, en un meme ambulante.
Así, Labayrú corre hoy un riesgo mayor que el de perder votos: corre el riesgo de perder seriedad. Porque en Rosario ya no alcanza con gestionar bien. Tampoco alcanza con posar bien. Hay que construir confianza auténtica, y eso no se logra con fotos forzadas ni discursos enlatados.
Carolina Labayrú tiene credenciales de sobra para aspirar al Concejo. Pero si su campaña insiste en encapsularla en escenas ridículas o aislarla en medios obsoletos, no será derrotada en las urnas: será derrotada en los teléfonos, en las sobremesas, en la calle, en esa conversación informal donde hoy se dirimen las verdaderas lealtades.
En Rosario, hoy, el poder no se pierde en los despachos: se pierde en los memes.
Y de ese descrédito, como bien sabe la política argentina, no se vuelve.
Sebastián Repetto – Editor de 12noticias.tv