Una manera de hacerle un pedido a Gil es escribir en una cinta de raso colorada lo que se necesita y colocarla por la noche en un cruce de caminos, apoyada en la rama de un árbol, de un alambrado o en un palo clavado en la tierra.
Se dice que a los que van al santuario de Corrientes hay que multiplicarlos por miles para saber la cifra exacta de sus fieles, ya que muchos le rinden culto en otros santuarios.
Muchos arman altares en sus casas o en algún baldío del barrio en el que viven, o a la vera de una ruta o camino o en la vereda de alguna avenida.
La mayoría de estos pequeños santuarios se encuentran ubicados en el Gran Buenos Aires. Allí, envuelto en telas rojas, rodeado de velas del mismo color, siempre hay una cruz de madera y un mural o cuadro del gaucho.
Muchos se acercan tocar la cruz, prenderle una vela o plantar una tacuara con una bandera colorada con los nombres de las personas a las que se le pide que proteja o para dar testimonio del milagro realizado por el Gauchito.
Cada lugar donde se lo recuerda, se le agradece, se le pide, es su casa. Su nombre y sus colores acercan, la fe hermana en un culto sin fronteras.