A poco más de dos años de la muerte del Flaco y 26 de la primera edición fue relanzado Spinetta. Crónica e iluminaciones, un libro con charlas entre el escritor -en ese entonces joven periodista- Eduardo Berti y Luis Alberto Spinetta, un documento, ahora aumentado y revisado, que deja conocer los pensamientos y la obra de un músico irremplazable.
“Un libro así hace falta”, fue la frase con la que cortó el teléfono Luis Santiago, padre del músico, cuando Berti, de sólo 23 años, lo llamó para buscar a su hijo y proponerle un largo reportaje que sería la base del libro. Cuando el Flaco lo atendió, luego de pensar un rato, le dijo al periodista: “Yo quiero que hagan un libro sobre mí sólo cuando haya muerto”.
Pese a las dudas, Spinetta se entregó a este joven “fana” y durante cuatro meses trabajaron “como animales”, según escribe Berti en el prólogo de la reedición publicada por Planeta, que incluye fotos -aportadas por Eduardo Martí y su familia- y poemas inéditos, letras y dibujos manuscritos y artículos de esa misma época.
Además, en la nueva portada están los nombres de Berti y Spinetta como autores, algo que la primera edición el músico había descartado.
Las charlas se dieron entre septiembre y noviembre de 1988 principalmente en el departamento de Belgrano del músico. Por momentos fueron “una suerte de cacería”, pero también una complicidad que llevó a Berti a acompañarlo a ensayos y radios; a compartir un viaje en auto y a escuchar que el Flaco le dijera que quería largar todo e irse a vivir a un lugar “tipo Brasil”.
A fines de ese año, ya era un best-seller y tras varias ediciones, Luis lo llamó a Berti para decirle que ya era “suficiente” y que no debía reimprimirse más. Sin embargo, hasta 1993 regía el contrato editorial.
“Quedamos (y es justicia, pienso) en que el libro era de los dos, fifty y fifty, y que sólo podría reeditarse con la bendición de ambas partes. Pero nunca lo reeditamos”, cuenta el ahora consagrado escritor, que al poco tiempo se fue a vivir al extranjero.
“Su muerte fue un mazazo”, tanteó a definir Berti, pero ese “vacío inmenso” deja “un hermoso desafío para los próximos artistas: la medida de referencia que impone su obra en materia de calidad, seriedad y emoción”.
De alguna manera, el hecho que este libro vuelva a ver la luz tras 26 años (y una descatalogación) por acuerdo de Berti y los cuatro hijos del Flaco es un tributo a que “no muera en nosotros todo lo que nos enseñó con su arte”.
Este homenaje amplificado que, desde que salió hace algunas semanas, está entre los 10 libros más vendidos de no ficción, contiene la mirada que Spinetta arroja sobre su obra y el mundo “con esa sabia mezcla de remembranza y esperanza”.
“Cada nota es una esperanza, mientras que el silencio no posee ninguna esperanza más que la de ser una nota”, dijo el alma máter, poeta y cerebro mágico del rock nacional.
Además de las ideas del Flaco sobre su carrera y el arte, Berti enlaza entrevistas a allegados como Emilio del Guercio, Rodolfo García, Machi Rufino, David Lebón o su padre, Luis Santiago, y compone un libro donde prioriza “la poesía sobre la música” recorriendo las etapas musicales, desde Almendra pasando por Pescado Rabioso, Invisible, El valle de Jade y, finalmente, como solista.
“Cuando tuve las primeras nociones, elaboré un mecanismo y pude sacar cualquier música. Tenía 12 años”, recuerda el músico frente al grabador de Berti, el mismo que captó la paciencia spinetteana ante la impericia preguntona de un periodista que supo captar “la contraseña para más de una generación”.
Sobre la lírica de temas como “Plegaria para un niño dormido”, que escribió a los 15, contó: “Hay una crítica a la sociedad y a la injusticia del mundo. Hoy podría llamarse ‘Los pibes de las barreras’ o ‘Vendedores de limones en las barreras'(…) No hay ningún atentado en una plegaria, es una cosa toda dulce. Hasta la denuncia se hace con dulzura. Y eso habla a las claras de un sistema represivo”.
Y de Pescado Rabioso, recordó: “De movida lo bauticé. Uno de los primeros nombres que se me ocurrieron fue Pescado Rabioso, aunque (…) lo deseché porque pensé que era muy complicado. El nombre, en realidad, corresponde a una contradicción entre un perro rabioso y un pescado. Funciona como una paradoja. Hay otros animales que también enferman de rabia, desde el hombre hasta el gato, ¿pero cómo podría un pez contagiarse la hidrofobia?”.
El ritmo que Berti le imprime al libro es una lúcida mezcla narrativa con declaraciones de Spinetta que rescata en medios de cada época, testimonios de otros músicos y fragmentos de las entrevistas que él mismo le hizo, construyendo un universo ‘in crescendo’ de la carrera del Flaco.
“Quizás el único objetivo que tiene el arte es muy soberano, tan soberano que no existe otra cosa a la que le deba dar algo. No está comprometido a dar, sino a anular todos los compromisos para que se pueda ver a través del arte”, contestó Spinetta en un ping pong sobre el final.
Este libro propala la voz de Luis Alberto. Los pensamientos y conceptos del hombre que bajo el escenario quería ser invisible se amplifican; la poesía del artista que se sentía “poético, no un poeta” invade al lector y ese legado tangible, único y maravilloso del tipo que concebía al arte como “forma inversa a las fuerzas de la destrucción” vuelve una vez más para rebelar los sentidos.
Y aunque hubo momentos que el Flaco parecía cansado del reportaje del joven periodista, al final de esta crónica, Berti le preguntó: “¿Algo más, señor Spinetta, para terminar el libro?” y él, entretenido, contestó: “¿Cómo? ¿Ya terminó?”.
Porque finalmente Spinetta. Crónica e iluminaciones no es más, ni menos que un destello editorial cuya pretensión, simple y necesaria es que “siga la melodía”.