Carolina Labayru y el reordenamiento político en Rosario: una apuesta desesperada con el espejo inevitable de la derrota del PRO en CABA

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    El espejo de la elección en CABA

    Por Sebastián Repetto – Editor de 12noticias.tv

    El acto multitudinario que este jueves reunió a Carolina Labayru, el gobernador Maximiliano Pullaro y el intendente Pablo Javkin en el Salón Metropolitano no es solo una exhibición de unidad o un despliegue electoral más.

    Es, ante todo, la manifestación de un grupo político que viene corriendo de atrás y se juega el todo por el todo. La urgencia es palpable y las estrategias evidencian una apuesta al límite, conscientes del peligro real que enfrentan: la amenaza de un desgaste irreversible y una derrota a la manera del PRO en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

    Esa derrota, todavía fresca en la memoria política argentina, funciona como un espejo incómodo para Javkin y su espacio. Al igual que Jorge Macri en CABA, Javkin está en una carrera contra el reloj, tratando de revertir una narrativa adversa que lo posiciona como un dirigente desgastado y desconectado de las demandas reales de la ciudadanía.

    Carolina Labayru, en ese marco, juega un rol similar al de Silvia Lospennato en Buenos Aires: una figura con capacidad discursiva y política que intenta cargar con la responsabilidad de renovar y sostener un espacio político en crisis.

    Mientras tanto, Juan Pedro Aleart, con el respaldo de Javier Milei, introduce un factor disruptivo que agrava la tensión interna y complica aún más la escena.

    No es menor que el oficialismo local haya decidido apostar a un acto masivo y al respaldo explícito de Pullaro para intentar recomponer la imagen y mostrar fortaleza. Esta maniobra revela un diagnóstico claro: saben que están al borde del abismo electoral y que sin una demostración contundente de unidad y propuestas concretas difícilmente puedan evitar el naufragio.

    Las 27 propuestas presentadas, desde la prohibición de cuidacoches hasta la incorporación de inteligencia artificial en el tránsito, no son solo un listado de medidas; son un intento por dibujar un relato de cambio y valentía en un contexto donde la imagen de desgaste pesa como una losa.

    Pero la historia reciente nos muestra que los espejos no mienten: el PRO en CABA no solo perdió una elección, sino que vio cómo una narrativa de desconexión y desgaste terminó sepultando años de gestión.

    La advertencia para Javkin y su espacio es clara y brutal: o logran revertir la percepción pública y conectar con las demandas de la ciudad, o la derrota será inevitable y profunda.

    En este escenario, la política rosarina se convierte en un tablero donde las alianzas tácticas, las tensiones internas y las apuestas extremas definen no solo candidaturas, sino el futuro político de la ciudad. El acto de este jueves no es un punto de llegada, sino una última ficha puesta sobre la mesa en un juego que se juega en tiempo récord.

    Pero no solo el oficialismo local enfrenta presión: la oposición no se queda atrás y ya prepara un contraataque sin concesiones. A Juan Monteverde, principal referente opositor, le reflotarán sin piedad imágenes junto a Nicolás Maduro y lo asociarán con una imagen juvenil de un Che Guevara, símbolos que en el microclima político local despiertan controversia y buscan erosionar su imagen moderada. Además, le recordarán sin descanso su acuerdo político con el senador Armando Traferri, un vínculo que en la opinión pública pesa como un lastre por la larga historia de cuestionamientos y sospechas que rodean al emblemático legislador.

    Estos movimientos muestran que la campaña electoral será una batalla de símbolos, imágenes y narrativas, donde cada bando intentará marcar al adversario con señas que resuenan más allá de lo programático, apuntando directamente a la percepción ciudadana y a las emociones colectivas.

    La política rosarina, como siempre, no se limita a las propuestas o la gestión; es un escenario donde las identidades políticas, los vínculos históricos y las estrategias discursivas se cruzan y confrontan con una intensidad que excede el mero cálculo electoral.

    La pregunta que queda flotando es si esta estrategia alcanzará para evitar el destino que el espejo porteño les muestra con crudeza, o si, como en CABA, la historia terminará escribiéndose con una derrota que redefina el mapa político local.

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