Confundir una municipalidad con una empresa, le hizo perder la sensibilidad social...

Confundir una municipalidad con una empresa, le hizo perder la sensibilidad social al gobierno de Villa Gobernador Gálvez

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Negar asistencia a una familia que perdió a su padre y no podía costear un sepelio digno no fue un simple trámite administrativo, sino una demostración descarnada de insensibilidad política.

Gobernar no es administrar una empresa. Muchos empresarios que llegan al poder piensan que el Estado es solo un balance, un trámite o un centro de costos.

Pero gobernar es otra cosa: es hacerse cargo de personas, con sus dolores, sus necesidades y su dignidad. La sensibilidad política no es un adorno ni un lujo, es una obligación ética fundamental.

En Villa Gobernador Gálvez, el intendente Alberto Ricci mostró lo que pasa cuando el gobierno se reduce a una oficina burocrática fría y rígida. Negar ayuda a una familia que perdió a su padre y no podía costear un sepelio digno no es un trámite más, es una crueldad política. Un “no” seco, sin empatía ni acompañamiento, que obligó a esa familia a convivir con la muerte durante dos días.

Resulta llamativo —y revelador— que el propio intendente haya criticado con dureza a Javier Milei en la apertura de sesiones ordinarias por su discurso libertario y frío, pero haya aplicado aquí un trato igual de despiadado. En este caso, el “presidente libertario” fue el propio Ricci, cuya insensibilidad para con su gente suena demasiado parecido a la frialdad que él mismo cuestionó.

Mientras tanto, los periodistas del programa “De 12 a 14” intentaban encontrar en sus palabras alguna señal de humanidad o solución, pero sólo hallaron silencio y evasivas. Su esfuerzo por entender lo que escuchaban sólo acentuó la distancia entre la burocracia y la gente.

Mientras Villa Gobernador Gálvez gastaba miles de pesos en recitales de cumbia para campañas y festejos, no pudo ni quiso garantizar un sepelio digno para un vecino.

Esa disparidad no es solo un dato contable, sino la prueba palpable de prioridades invertidas y una política sin alma.

La pregunta que queda es sencilla, pero profunda: ¿qué clase de gobierno queremos realmente? ¿Uno que invierta en espectáculos para la foto y la campaña, o uno que esté dispuesto a escuchar y acompañar a su gente en los momentos donde más se lo necesita?

Mientras no encontremos esa respuesta desde la honestidad y la sensibilidad, seguiremos reproduciendo historias de abandono y dolor.

Porque gobernar es, antes que nada, ponerse en los zapatos del otro, entender su sufrimiento y actuar con humanidad.

Y eso, más que leyes o balances, es lo que define la calidad real de un gobierno.

SEBASTIÁN REPETTO – EDITOR DE 12NOTICIAS.TV 

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