Allá por el 2011, el mismo año que publicaba las novelas Vagabundas y La piel dura, la Feria Internacional del Libro de Guadalajara seleccionó a Fernanda García Lao como uno de los veinticinco secretos mejor guardados de la literatura latinoamericana.
Sin embargo, de este lado del río y entre los árboles la narrativa de esta singular escritora lejos de ser un secreto, ya había despertado esa mezcla de curiosidad y asombro que genera la originalidad cuando irrumpe para recordarnos que aquello que entendemos por lo real se encuentra ahí, pero ni por asomo está todo dicho, ni mucho menos. Nacida en 1966 en Mendoza, hija de reconocidos periodistas, vivió en España desde comienzos de la última dictadura cívico militar hasta principios de los años noventa, donde estudió actuación entre otras actividades artísticas, además de escribir y dirigir obras de teatro.
El universo de la dramaturgia es una impronta fuerte en la narrativa de Fernanda García Lao. Mucho de esto hay en su última novela Fuera de la Jaula, donde a partir de breves escenas y una gran variedad de voces se cuenta la historia de una familia tan disfuncional como anómala, salvaje hasta el absurdo y donde no falta el erotismo, lo fantástico como surgiendo a un costado de un realismo extremo, el humor negro y ese otro lado de la tragedia donde para la autora de Cómo usar un cuchillo no es otra cosa que un cúmulo de excesos puestos en tensión constante. “Me interesaba mucho escribir una novela que abordara el tema del dominio corporal, las emociones y los cambios de rol. Supongo que esto tiene relación con el teatro, que es la base de mi experiencia vital. Y a partir de ahí la puesta en duda del Uno. Nadie es uno, somos como mínimo dos y ahí empezamos a contar”.
El punto de partida de Fuera de la Jaula es la muerte de Aurora, asesinada de una manera desopilante durante una celebración patriótica, rápidamente se transforma en la voz narrativa, testigo o conciencia que pude dar cuenta de lo que ocurre dentro de su casa donde, entre otros personajes, hay un hijo bicéfalo y un marido llamado Domingo, Coronel retirado que frente a la repentina viudez responde a la desgracia ideando una mujer artificial que responde al nombre de Lana Carne. “Imaginé a una fanático de Lana Turner que, como estaba retirado de las armas, iba al cine y fantaseaba con crear un simulacro. Aurora apareció por necesidad y finalmente se declaró protagonista, una voz que narra y al mismo tiempo padece”.
Valle Inclán y su idea del esperpento pareciera dialogar con muchos de los personajes trabajados en Fuera de la Jaula. ¿Cuáles son tus referentes literarios más cercanos?
Bueno, Valle Inclán y Quevedo pertenecen a mis primeras lecturas, durante la escuela en España. La cuestión del esperpento y la parodia podría estar un poco presentes; pero yo no trabajo exactamente la parodia, sí el exabrupto, el concentrado de excesos. Hay varios dramaturgos y narradores que me interesan: Gean Genet, Copi, Gombrowicz, que primero lo conocí como dramaturgo. Hay en él una vitalidad y una concentración que a mí me ayuda mucho en la narrativa. Me interesa escribir novelas casi de cámara, te diría, porque los encierro bastante a los personajes para poder trabajar la tensión en los diálogos. No me gusta dotar de discursos demasiado elaborados a personajes primarios o al revés. Naturalmente cada uno tiene que tener su modo particular de hablar y de sentir. Salvo en Vagabundas, en el resto de mis libros casi siempre hay una cuestión de clausura doméstica, donde el poder y las contradicciones están referidas a vínculos muy cercanos. Yo admiro mucho la capacidad de algunos escritores minimalistas que logran hacer verosímiles historias con muy pocos elementos. En cuanto a lo que hablábamos antes, lo extraño como exabrupto, si querés, me surge con naturalidad. Pienso que el estilo es algo que no se elige, pero se logra.
¿Cómo trabajás cuándo recién comienza el proyecto de escribir un libro nuevo?
Cuando ya empecé un texto si no estoy en mi casa me grabo en el celular. Por lo general no estoy cerca de los papeles y siempre me faltan cosas. Entonces me lo digo a mí misma. Me pasa generalmente de noche, cuando me acuesto y a los cinco minutos pienso algo. Me encuentro en esa especie de duermevela y me siento embarazada de ideas. Y me digo mañana lo voy a recordar. No me levanto para anotar. Al otro día lo recuerdo todo, por suerte. Por supuesto que cuando me pongo a escribir se modifica esa primera idea. Corrijo mucho y creo en esa segunda instancia. No se pierde espontaneidad corrigiendo, al contrario. La espontaneidad se trabaja. La primera frase de un texto para mi es fundamental, porque es la que me guía. Pero no creo mucho en los planes, ni en la literatura ni en la vida.
En Fuera de la jaula generás algunos acercamientos donde el lector podría sentirse cómodo para establecer analogías con personajes históricos. Estoy pensando en la figura de Perón, por ejemplo. Parece asomar en la novela, pero rápidamente la trama se desvía hacia otro lado. Es muy recurrente en tu narrativa este procedimiento.
A mí me aburre seguir el estereotipo Esa historia ya la conocemos todos. Yo quiero tener algunas referencias para inventar otra cosa. Me parece que en la literatura uno está obligado a hacer eso. Por otro lado, yo no escribo pensando un plan de desencanto previo. Y te lo digo sonriendo porque es mi propio universo el que se impone y se dirige hacia esos otros lugares. Mis textos no son un remedo de la historia, es otra muy distinta y con su propia lógica. Eso es lo que me interesa a mí cuando escribo. En el caso de la novela Fuera de la Jaula yo pienso la muerte como una especie de presente continuo y al mismo tiempo un afuera. Por otro lado, Aurora no sabe hacia dónde va su destino. Fijate que ni siquiera sabe por qué murió. A mí no me interesaba plantear las causas de esa muerte. Necesitaba tenerla detenida en el tiempo, una espectadora que pudiera contemplarse. Cuando comencé a escribir narrativa siempre consideré un poco muertos a los personajes, por más que los dote de vitalidad, es como gente que no está ahora y yo necesito crear esa distancia, eso viene del teatro, de Tadeusz Kantor, que trabaja ese concepto sobre el cuerpo de los actores, eran todos como aparecidos. Tiene que ver con la conciencia de la muerte. Uno se olvida momentáneamente, necesita olvidarse. Y a mí me gusta trabajar eso con cierto humor negro. A mí la muerte me da risa, me parece un cuento genial. Uno está dotado de la ilusión de la permanencia. Me parece brillante como idea. La tragedia lisa y llana siempre me pareció sospechosa. La tragedia vista con seriedad es ingenua.