Baños curativos en el desierto catamarqueño

Baños curativos en el desierto catamarqueño

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Las aguas surgen a 75 grados en la falda de las montañas, a unos 12 kilómetros de la ciudad catamarqueña de Fiambalá, bajan hacia la Quebrada de los Arboles y en el camino forman 14 piletones escalonados que conforman el principal centro termal de la región y uno de sus principales atractivos turísticos de la provincia.95884 turismo-y-eventos

El paseo turístico comienza al salir de la ciudad, tras cruzar el vado del río Abaucan y tomar la ruta 156, desde donde se ven las también famosas dunas blanquecinas de Fiambalá, que en los últimos años son unos de los tramos destacados del Rally Dakar, que cruza el río por el mismo lugar.

La ruta está totalmente asfaltada, salvo en los vados de algunos cursos de agua, para esta época generalmente secos, y corre por un desierto que adquiere el colorido de piedras como grandes cantos rodados de variadas tonalidades, aunque siempre sobre un fondo ocre.

Las termas se encuentran encajonadas entre dos paredones de decenas de metros y, en el sector abierto al turismo, el agua ya ha perdido la suficiente temperatura para permitir darse un baño de inmersión.

En el lugar se formaron 14 piletones de roca natural, escalonados, en los que el de mayor altura contiene agua a 52 grados, que es la máxima a la que se permite entrar y sólo por unos minutos, como lo advierten los carteles indicadores.

La temperatura baja en los inferiores y, ya a 39 grados se puede permanecer media hora dentro del piletón y en el más frío, a 30 grados, no hay límite de permanencia.

Bajo la cascada de un par de metros con que algunos piletones trasladan el agua hacia el siguiente, muchos visitantes se turnan para recibir ese reconfortante y natural masaje.

El subsecretario de Turismo de Fiambalá, David Cabrera, comentó, en el lugar que este invierno las termas funcionaron a pleno y fueron la base del lleno total que hubo en los hospedajes de la ciudad y del centro termal.

Fiambalá tiene unos 7.800 habitantes y es la cabecera del departamento del mismo nombre -habitado por unas 9.800 personas, incluídas las de la ciudad-, y cuenta con una capacidad de hospedaje de 1.250 camas, la mayoría en su hotel municipal de 2 estrellas.

“Necesitamos un hotel de 3 estrellas, porque en los feriados de temporada alta, cuando la capacidad es superada por los picos de turismo, tenemos que habilitar casas de familia como hospedaje”, comentó el funcionario.

Cabrera también anunció a esta agencia que en los próximos meses se construirá un puente sobre el Abaucan, sobre el vado por donde actualmente se lo cruza rumbo a las dunas y las termas.

El centro termal, que es administrado por la municipalidad, también cuenta con hospedaje para unas 20 personas, entre cabañas y bungalows, en tanto los servicios del comedor están concesionados.

Los turistas pueden pasar toda una jornada y disfrutar de un asado u otro plato típico catamarqueño al lado de las aguas termales y permanecer hasta la cena, luego de maravillarse con los rosados atardeceres que viran lentamente del amarillo al azul profundo, a medida que cae la noche sobre la quebrada.

En estas vacaciones, contó Cabrera, “las termas estuvieron siempre concurridas, primero por la gente que vino de Córdoba y otras nueve provincias, que empezaron los feriados antes; después fue Catamarca y otro grupo de provincias, y finalmente Buenos Aires, provincia y capital, y tuvimos muy buen movimiento turístico”.

Sobre la rutina del turista de Fiambalá, dijo que “le dedica dos o tres días a las termas, pero alternados con otros recorridos como una visita al Paso de San Francisco, una salida a las dunas o a la zona de los Seismiles, donde está el conjunto de picos más altos de Argentina”.

“Muchos también hacen turismo religioso, visitando la Herradura del Circuito de la Fe, y van a Medanito, donde hay un cristo de 22 metros enclavado en un cerro, o a Palo Blanco, a 50 kilómetros de Fiambalá, con otro cristo en un cerro, y también hasta Antinaco, a 72 kilómetros, que tiene su Cristo Predicador”, comentó.

La mayoría de los habitantes de Fiambalá son empleados públicos o trabajadores de viñedos, donde se producen vinos de altura que en un 80% son exportados a Estados Unidos y Francia, y también constituyen un atractivo turístico.

 

 

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